Un miedo se apodera de sí mismo, lo acoge en su vientre, lo alimenta de su pecho, lo muestra al sol bautismalmente, este miedo toca el sol con sus manos, lo abraza, lo acoge en su vientre, lo alimenta de su pecho y se apodera de él, este sol-miedo camina, vaga por las calles bañadas de viento y polvo. El miedo-sol baila con el viento y el polvo, los corteja, los toma entre sus brazos los ama, los besa y se apodera de ellos. Esta amalgama de miedo, sol, viento, y polvo se piensa a sí mismo, se sienta frete al mar para mirarse en una suerte de espejo. Se comenta, se habla, se pregunta a sí mismo mientras se mira en la concavidad de las olas ,y se ama. Toma su reflejo desde la cintura le dice cosas al oído, le susurra su travesía desde el miedo hacia el polvo, su reflejo lo rechaza lo odia, le repugna. Huye raudo sobre las olas, salta por entre las piedras, y se esconde entre la arena. El miedo aguanta la respiración y trata de hundirse. El polvo colorea el mar y refleja al sol en su último suspiro. El viento con fuerzas de flaqueza pide un rescate a un par de gaviotas cansadas, las cuales acceden llevándolo de nuevo a las calles. El miedo y sí mismo aguardan entre la arena y en el borde del mar para su fugaz encuentro en algún otro tiempo
Diógenes el Cínico aquel que vivía en una tinaja, así como el Chavo del Ocho, Diógenes el Cínico aquel que le entregó un pollo despulpado a Platón para burlarse de la definición de Hombre. Diógenes el Cínico aquel que llamaban perro pero afirmaba que los perros eran sus observadores. Diógenes el Cínico aquel que le pidió a Alejandro Magno que se corriera del sol, aquel que con la ironía decía más que con tratados de filosofía. El mismo es el personaje que inspira el nombre del síndrome por el cual, generalmente los viejos, comienzan a acumular bienes inservibles por el hecho de sentirse desamparados, comienzan a descuidar su aseo mientras se atrincheran en su hogar, si es que lo tienen. Lo más significativo de esta enfermedad nacida en los años 60, es el hecho de no poder distinguir qué es lo útil de lo inútil. Ciertamente Diógenes el Cínico no poseía este síndrome –aunque lo más probable que halla estado siempre desaseado- se deshizo de una vasija con la cual tomaba agua, por consider
Me gusto este, va bien Reimon y la piedra filosofal.
ResponderEliminarOye, pone esas weas para poder suscribirme a tu blog y que me lleguen tus entradas al mail cuando subas una nueva, es re practico ;)