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la ruleta


La ruleta sorteó la decrepitud del ser humano, mágicamente se posó en ninguna parte, fue como mirarse al espejo. Desnudo de ojos y piel. Desnudo de ropa y moral.
El infinito crepitar de las sensaciones perdidas, late silencioso en el fondo del hipotálamo o de la hipófisis.  Poco a poco aflora endulzado en un ron con menta o en un vino tibio.
La ruleta permitió cerrar los ojos una millonésima de segundo y el golpe cayó en la clavícula: fractura expuesta.
La platónica sensación que amarra el alma al cuerpo, se siente como una caricia en el pelo, en algún sueño fugaz.
Azar,  fuerza cósmica del devenir,  vuelve por donde viniste que las piedras de mi pecho siguen siendo un muro.
Azar desvergonzado vuelve al tiempo en que las cosas se confunden con los sueños, porque hoy mis raíces tocan la roca madre y cubren el campo entero.
Azar imaginario ten presente que ya no te oigo, ni te escucho.
Miro la ruleta destruida y mientras recojo mis rodillas, este huracán no es más que gotas perdidas en un vaso. Miro la ruleta destruida, siento mi alma cobijada entre mis pertenencias.
Abro los ojos y tu mano me recorre.

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