Voy por las calles con los ojos pegados al suelo.
Son cerca de las once.
Las sombras y los reflejos en las baldosas antiguas,
Me hacen pensar que estoy en cualquier lugar del mundo.
Así mi mente volátil etérea infinita,
Por momento se siente en Valparaíso.
Pero el absorbente silencio aterriza el flujo constante de sensaciones
Y presenta a San Antonio tatuado en el suelo
Adornado del sonido vacio de las bodegas cerradas,
o el ladrido de los perros de la caleta
o crujir de las gruas que se mueven con una lentitud imperceptible.
Voy por la calle, con los ojos pegados al suelo,
Justo en la entrada a ningún lugar,
Mirando la carta del naipe que se repite en cualquier parte
Aferrándome a la creencia por sobre la sensación.
Voy por la calle con los ojos pegados
Y esta favorecida ruta carece de paisajes laterales.
No se ve puertecito, ni el mar, ni la virgen centinela.
Solo estrías en las baldosas
Las misma que pudieran haber aquí y en cualquier otro sitio.
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