Comienza la bulla a desparramar las cucharas mi casa, parte desde las piezas o desde la puerta de entrada, alimenta el monstruo que emergió del desagüe y anidó en el espacio donde nació el basurero. Los otros cubiertos desfilan en el pasillo y se dirigen al baño los cuchillos son la excepción, se duermen entre los pliegues del sillón o entre los jarros de greda que aun viven, quieren no ser responsables de lo que su esencia los puede llevar a hacer. Los vasos y tazas, meretrices desde su fabrica se divierten bailando sobre la mesa y vomitando el vino donde se les de la ocasión. Comienza la bulla y las cucharas no hablan, en silencio oyen la música de sus zapatos y de los tenedores frotándose en el baño, de los cuchillos llorando, de las tazas vueltas locas y desorejadas. De vez en vez conversan con el piso, le preguntan por si apareció el cucharón de sopa, o el colador del té, los pisos les responden que no son responsables por las actitudes libertinas que puedan tomar estos utensilios.
Diógenes el Cínico aquel que vivía en una tinaja, así como el Chavo del Ocho, Diógenes el Cínico aquel que le entregó un pollo despulpado a Platón para burlarse de la definición de Hombre. Diógenes el Cínico aquel que llamaban perro pero afirmaba que los perros eran sus observadores. Diógenes el Cínico aquel que le pidió a Alejandro Magno que se corriera del sol, aquel que con la ironía decía más que con tratados de filosofía. El mismo es el personaje que inspira el nombre del síndrome por el cual, generalmente los viejos, comienzan a acumular bienes inservibles por el hecho de sentirse desamparados, comienzan a descuidar su aseo mientras se atrincheran en su hogar, si es que lo tienen. Lo más significativo de esta enfermedad nacida en los años 60, es el hecho de no poder distinguir qué es lo útil de lo inútil. Ciertamente Diógenes el Cínico no poseía este síndrome –aunque lo más probable que halla estado siempre desaseado- se deshizo de una vasija con la cual tomaba agua, por consider
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