Desperté a media noche con la nada golpeando las paredes de mi puerta, intentaba entrar por las rendijas donde sólo cabe la luz. No vi algo extraño, ni algo anormal, sólo la nada, blanca, o transparente a ratos negra. Inmensa y pequeña, atómica y universal. No pude mirar más allá de donde estaba pues encadenado a mis sueños sabía que todo era irreal. El querer despertar es una sensación inexpresable. Pero la imagino como lo siguiente. Dos mundos paralelos se muestras como dos espejos el uno frente al otro. Sólo por ser humano, existe la intensa necesidad de elegir entre los dos mundos, siempre estamos cargados de la experiencia del mundo en que nos rodeamos, por lo que nos es imposible elegir sin mirar nuestros errores y felicidades. Pero en el caso de aquella decisión entre un mundo y otro, estamos desembarazados de donde venimos, estamos completamente amnésicos. Y debemos decidir incluso sin una moneda que nos sirva de respaldo, sin el azar. Aquella opción se vive cuando se sabe que se sueña, cuando se sabe que uno no esta donde debe, pero por instantes nos sentimos en un limbo. A media noche la nada atormentaba y asombraba, y por instantes la pensé, la vi, estaba dispuesto a vivir aquel momento. Estaba decidiendo entre dos realidades inconmensurables. Pero después olvidé todo. Y llegué a despertar para ver todo.
Diógenes el Cínico aquel que vivía en una tinaja, así como el Chavo del Ocho, Diógenes el Cínico aquel que le entregó un pollo despulpado a Platón para burlarse de la definición de Hombre. Diógenes el Cínico aquel que llamaban perro pero afirmaba que los perros eran sus observadores. Diógenes el Cínico aquel que le pidió a Alejandro Magno que se corriera del sol, aquel que con la ironía decía más que con tratados de filosofía. El mismo es el personaje que inspira el nombre del síndrome por el cual, generalmente los viejos, comienzan a acumular bienes inservibles por el hecho de sentirse desamparados, comienzan a descuidar su aseo mientras se atrincheran en su hogar, si es que lo tienen. Lo más significativo de esta enfermedad nacida en los años 60, es el hecho de no poder distinguir qué es lo útil de lo inútil. Ciertamente Diógenes el Cínico no poseía este síndrome –aunque lo más probable que halla estado siempre desaseado- se deshizo de una vasija con la cual tomaba agua, por consider
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